En la edad media el conocimiento del mundo era
tan limitado que los cartógrafos, profesionales-artesanos encargados de dar
forma al mundo más allá de nuestra vista,
se encontraban obligados a realizar mapas incompletos, obligados a usar datos que algunos exploradores imaginativos o
las leyendas les proporcionaban la tradición y los viajeros poco confiables para
llenar los gigantescos huecos de información con los que se veían obligados a trabajar.
Así que cuando hoy día miramos aquellos mapas
los encontramos más parecidos a un libro de literatura fantástica plagado de
leviatanes, krakens, tierras inexistentes o por lo menos totalmente equivocadas
en sus descripciones de los pueblos que las habitaban y lugares donde se encontraban.
Así en
un mapa de aquellos tiempos podíamos encontrar Lemuria, la Atlántida y la
fuente de la eterna juventud al igual que Europa, París y Roma; la tierra del
Dorado y las islas de las sirenas caníbales junto con América o el Cabo de buena
esperanza, y en el peor de los casos el Olimpo o cualquier otra residencia de
dioses y demonios en la tierra a dos pasos de alguna ciudad importante. En el
caso de los cartógrafos más honestos simplemente ponían en esas zonas desconocidas
una leyenda que lo explicaba todo en dos palabras: “terra incognita”.
Aparentemente esto es historia antigua al
encontrarnos en una época donde vivimos con la información instantánea y la
tecnología que aparentemente pone todos los datos de todos los temas en
nuestras manos no existen tales huecos y los mapas antiguos pertenecen a
territorio de la anécdota. Sin embargo el año que acaba de pasar se siente como
un viaje hacia aquel pasado lleno de incertidumbre y nos deja en la misma
posición de los antiguos dibujantes de mapas
que no sabían cómo realizar su tarea sin recurrir a los recursos
fantásticos o la aceptación de su ignorancia.
Desde el inicio de 2013 nos hemos encontrado en
México con una gran variedad eventos inéditos o por lo menos que habían caído
en aparente olvido al instaurarse la alternancia democrática, Esto ha hecho que
muchos de nuestros pronósticos y análisis se conviertan en tanteos en busca
de la dirección correcta, o mejor dicho nos hemos visto obligados a entrar en
la terra incognita de situaciones
políticas y económicas que no
esperábamos y debemos interpretar con cuidado para no caer en el error de crear
minotauros, hadas o Camelots para después aceptar que nos equivocamos o quedar
profundamente decepcionados.
Con la llegada de una nueva alternancia en el
gobierno federal, que devolvió al PRI a los Pinos después de doce años, las
sorpresas se han ido acumulando. La primera es, por supuesto, la conformación
del Pacto por México, que prometía terminar con la inmovilidad política que
estrangulaba al país y prometía un mínimo grado de concordia entre los principales actores políticos.
La segunda gran sorpresa nos la dio el accidentado
pero constante cumplimento de su contenido, en el cual se prometían cosas que
hace dos o tres años hubieran sonado a novela de política al mejor estilo de la
canción de Chava Flores: “a qué le tiras cuando sueñas mexicano…”
Dentro del acuerdo se sembraron las ideas e
intenciones de los partidos principales para continuar construyendo el inesperado
paraje donde comenzamos avivir, un año
después. Ahí encontramos los primeros trazos de las Reformas hacendaria,
educativa y energética. Y a pesar de las diferencias siempre expresadas en el
pasado, los presidentes del PRI, PAN y PRD realizaron un compromiso político
que no fue letra muerta y se pusieron a gestionarlo y llevarlo adelante, a
pesar de las presiones y las diferentes interpretaciones y cuestionamientos que
esto les acarreó dentro y fuera de su respectivo partido.
Y nuestra novedad nacional se reforzó con muchos
eventos que siguieron. Alianzas en el congreso PRI-PRD para unas reformas y
PRI-PAN para otras, caída estrepitosa de la todopoderosa líder magisterial
(algo inesperado pero históricamente acorde con el gobierno priísta de turno);
la elegante aceptación de los panistas de su rol de opositores; el apagón
informativo que se acordó para evitar un clima de histeria mediática.
Todo nos ha llevado al territorio más
desconocido que hemos pisado los mexicanos en casi 20 años, desde que las
elecciones del ´88 nos hicieran sentir que todo podía cambiar y nos trajeron la
incertidumbre como modelo de vida nacional.
Lo importante es que este año, el 2014, deje de
ser un año de sorpresas y de incógnitas. Los mapas medievales fueron cayendo en
el desuso y la obsolescencia debido a que los exploradores, conquistadores y
aventureros de Europa fueron cada vez más lejos en el mar y en la tierra. La
incógnita de lo que había en el mundo se fue reduciendo lenta y constantemente
y los mapas se volvieron una ciencia cada vez más precisa y hasta matemática.
Eso es lo que deberíamos poner como destino en
este año para los mexicanos, una misión de conocimiento y reconocimiento. ¿Existen
las quimeras maravillosas que nos prometen los cambios que llevaron adelante
los políticos?, ¿en realidad hay monstruos indomables más allá del horizonte?,
¿Seremos nuevamente el país del mañana y dejaremos pasar esta oportunidad de
averiguar lo que sucede en la tierra que nos tocó vivir?, ¿o nos conformaremos
con ver “terra incognita” en todos los aspectos de nuestra vida nacional?
Yo prefiero caminar para ir borrando esas
palabras del mapa de México.
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