jueves, 27 de febrero de 2014

PUBLICADO EN LA SILLA ROTA.COM 01022014




En ocasiones las personas que dedicamos nuestros esfuerzos a analizar y tratar de comprender nuestro entorno tenemos momentos de esperanza y de alivio.  

La semana que culmina trajo uno de estos momentos memorables, ya que ocurrió un hecho jurídico de suma importancia para todos los que consideramos que la libertad de expresión es un elemento indispensable en una sociedad democrática. Esto al dictarse la sentencia favorable a los realizadores y el protagonista del documental Presunto Culpable (Hernández, 2008) en el caso en el que enfrentaban una demanda multimillonaria.

La historia de claroscuros del documental mexicano que ha logrado la mayor asistencia de público a las salas de cine de la historia está lejos de terminar, ya que aún falta por emitirse sentencias en otros juicios relacionados pero, en palabras de Layda Negrete productora de esta obra cinematográfica,“el centro de gravedad de los litigios eran estos dos casos” por lo que las perspectivas de calvario se ha reducido drásticamente.

En una conversación que sostuvimos el día de ayer, la productora insistió en la importancia que esta decisión, junto con el proceso legal y social que lo acompañaron, significa para los mexicanos.  “Es un triunfo para nosotros  y establece un precedente en la defensa de la libertad de expresión”.

Si revisamos la historia detrás de esta declaración se puede comprender con facilidad su profundidad.

Tras acaparar la atención del público a lo largo y ancho del país y recolectar algunos premios por su realización, el equipo de abogados documentalistas que llevaron a cabo el inédito ejercicio de seguir un proceso penal con cámaras y micrófonos se vio obligado a defender su trabajo y su bienestar, esto al ser demandados por uso indebido de las imágenes  concernientes al caso y por el hostigamiento de un policía judicial, el cual también se encontró retratado de cuerpo entero en la película.

Enfática, Negrete me dijo que se logró un juicio imparcial gracias a la discusión pública y las manifestaciones en los medios de comunicación que mostraban lo que estaba en juego y la toma de posiciones de varios sectores sociales y de los mismos medios.   De acuerdo con ella no se tuvo un buen inicio de demanda ya que la actitud de las autoridades del TSJDF parecía seguir una consigna. Algo que pareció demostrado con las actitudes de la primera juez a cargo del caso, quien ordenó un juicio a puertas cerradas sin posibilidad de ser grabado y emitió su opinión a priori al declarar que la película se “pasó de la raya”. A larga esta polémica en medios fue la que llevó a la remoción de la juez original del caso y su sustitución por un impartidor de justicia sin tales prejuicios.

 “No fue un juicio entre partes de una demanda, sino un juicio que determinó el derecho de libre expresión de los ciudadanos frente la autoridad ineficiente y que ponía en tela de juicio el concepto de crítica  a los procesos opacos que se llevan a cabo en casos como el que se maneja en nuestra película”, expresó Negrete con completa convicción.

La cuestión de si se trataba de una vendetta dirigida desde las más altas esferas de la judicatura de la capital mexicana no es menor, y siempre quedará como una mancha que no puede ser del todo lavada en la historia de censura del cine en nuestro país. 

La demanda de tres mil millones que pendía sobre la cabeza de los Presuntos Culpables gang, como podría haberse llamado a los demandados en un ejercicio de humor negro, era una amenaza contra toda la comunidad cinematográfica y audiovisual de nuestro país. ¿Quién en su sano juicio hubiera intentado realizar obras semejantes en adelante si podían perder todo patrimonio y correr el riesgo de ir a parar a la cárcel por dar a conocer hechos turbios en las esferas del poder judicial de la capital? 

Y bajo esta amenaza se encontraban incluidos  exhibidores, distribuidores y quizá hasta los compradores y usuarios de la misma película, al abarcar en la misma demanda una prohibición a su venta y distribución comercial. Algo que también podría  llevar a la censura  de las opiniones personales.

Quizá suena exagerado a sus oídos esto, pero la realidad es que las conductas de censura y delimitación autoritaria de los derechos fundamentales de las personas por parte de las autoridades no son fáciles de detener  una vez que se inicia este tipo de acciones. Sólo hay que dar una rápida revisión a casos similares en la historia para darnos plena cuenta de esto.
Lo siguiente que hubiera  podido ocurrir es que no se pudieran trasmitir noticias, sin pedir permiso a los involucrados o los mencionados. O quizá no podríamos  saber que ocurre en nuestra sociedad a través de los medios de comunicación al ser activada una profunda autocensura por parte de las compañías que no pueden arriesgarse a perder miles de millones por realizar su actividad de información que, dicho sea de paso, se encuentra oficialmente garantizada por la Constitución Política que nos rige.

O tan simple como esto, sí el sentido del fallo en este caso hubiera sido diferente yo no podría, con el tiempo, escribir esta columna y expresar lo que a mi juicio es razonable y justo en este tipo de situaciones.

Me uno a la celebración que muchos realizan esta semana y digo con completo convencimiento que es una semana especial, de esas que deberían suceder más seguido, una semana para documentar.