jueves, 19 de diciembre de 2013

PUBLICADO EN LA SILLA ROTA.COM (14122013)

Mientras pasa el desfile 

El ritmo de cierre de año en la actividad legislativa ha sido, para sus estándares de entrega de resultados, vertiginoso.
Entre otras importantes modificaciones y promulgaciones que se han hecho en el Congreso de la Unión destacan dos de ellas debido a la creciente exacerbación dentro y fuera del círculo rojo, llegando a afectar tato al imaginario colectivo del “pueblo” (lo que quiera decir esa palabra tan sobada hoy en día) como entre los círculos intelectuales.

Tanto la Reforma Energética como la Política merecen un tratamiento individual y profundo por lo que, de momento, me concentraré en algunos aspectos que han sido poco analizado de la reforma electoral: el papel de quiénes que nos ha traído hasta este punto.

¿Por qué presenciamos el fin del IFE y un convulsionado surgimiento del INE? La respuesta, en gran medida, se apoya en tres ejes: por el golpeteo erosionador de una alianza político-mediática, por la pasividad de los ciudadanos y por la confusión en los roles institucionales.

El IFE no es ni fue perfecto e inmaculado. Siempre ha tenido cuestionamientos de todo tipo, sin embargo desde que se implementó la reforma constitucional y política de 2007-2008  (cuando se intentó terminar con el negocio de la venta de espacios propagandísticos en medios de información) el aumento de la presión por parte de los políticos y el oligopolio mediático creció exponencialmente.

Pasamos de tener un IFE respetado a uno vilipendiado y acosado por sus gastos;  a la exposición de sueldos y prebendas; a cuestionar los resultados y su imparcialidad, y en particular a ser intervenido cada vez más por los poderes políticos que debían someterse a sus determinaciones. Así hemos visto que los partidos políticos,  los medios de comunicación dominantes y ahora los poderes Legislativo y Ejecutivo ese entregaron a la tarea de su desmantelamiento. Por esta razón no debe sorprendernos que le hayan dado carpetazo a este Instituto para crear uno nuevo y diferente aprovechando los vientos de cambio que soplan en nuestro país.
 
Sin embargo no podemos responsabilizar de forma exclusiva  a los mencionados, una parte de la misma va a parar de forma directa a la confusión y poca claridad que se tuvo en la última década en los papeles y lugares de cada actor, autoridad e institución involucradas en el sistema electoral mexicano y crearon el ambiente adecuado para lo que hoy sucede.

Tuvimos presidentes electos apoyados en mecanismos fraudulentos de captación de fondos, que en campaña llamaban las decisiones de Tribunales Electorales “marranadas”; Consejeros Electorales que dejaban su puesto mucho antes  de lo que correspondía al cumplir la misión que algún partido político encomendaba; escándalos legales y constitucionales propiciados por el poder legislativo dónde se violaba la autonomía de IFE y no se nombraban los Consejeros en tiempo y forma; libros autobiográficos dónde se exponía la intervención de poderes fácticos y políticos en la selección de los miembros del IFE y nuestro recuento de estos traspapeles y equívocos podría dar más, mucho más.

La cereza del pastel en esto la puso la actual consejera presidenta, al olvidar que en su papel de autoridad imparcial no debe pronunciarse en sus discursos como si solamente fuera una analista o académica y golpeando de manera indirecta a su ya de por si maltrecho Instituto. El asunto es que todos, dentro y fuera del IFE parecen haber cedido al canto fatídico de las sirenas y olvidaron sus roles institucionales al punto de entrar al ring  y el escándalo de la olvidando la necesidad de distinguir sus papeles como una forma de servir al país.

Sin embargo, el factor que más me preocupa es la pasividad demostrada por los ciudadanos de México, que tenemos entre nuestras responsabilidades exigir resultados positivos y vigilar la actuación de los partidos y el gobierno (todos empleados directos o indirectos de nosotros), que tendríamos que estar más interesados en cómo nos afectarán estas nuevas reformas que en el pase al mundial de la selección o la final del torneo de liga.

Nosotros somos los usuarios finales y  deberíamos ser responsables del sistema político económico de nuestro país estableciendo nuestras posiciones claras, así como los mecanismos para hacerlas valer.

Ya veo que más de uno de los lectores estarán riéndose de un servidor entre dientes, expresando frases como “iluso”,  “estúpido”, “es fácil opinar” y otras aún más críticas y duras. Sin Embargo, como demócrata convencido que soy no puedo dejar de cuestionar nuestro papel ante lo que ocurre en nuestra sociedad con nuestra aprobación tácita al  renunciar a nuestras obligaciones.

Nos guste o no el resultado de las reformas actuales es nuestra responsabilidad, en cierto sentido. Con niveles de abstención en las elecciones federales cercanos al 60% del padrón podemos afirmar que los ciudadanos hemos entregado y olvidado que el poder de la democracia como sistema político benéfico  para todos está en participar, al menos el día de las elecciones.

Y lo peor es que en 41 años de vida he visto cambiar los pretextos o razones que damos para que otros decidan pero nunca pensamos que sentarnos a ver pasar el desfile político y sufrir sus consecuencias merece algo más que quejas un eterno “a ver qué pasa” con lo que ocurre en la arena política.

En lo personal no estoy contento con las reformas pero me encuentro aún más molesto de que los mexicanos nos hayamos vuelto el perfecto ejemplo de la cita del historiador  Toynbee: El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan.
 
eduardohiguerabonfil@gmail.com
@HigueraB