FILIAS Y FOBIAS
Hay
pocos objetos creados por los seres humanos a lo largo de la historia que
puedan desatar tantas pasiones como los libros, algo que perdura aún en nuestra
era de digitalización documental y redes mundiales de información y entretenimiento.
Los
libros han adoptado muchas formas, dependen tanto del momento histórico como
del nivel tecnológico que cada civilización tenga. Podemos encontrar libros en
forma de tabletas de arcilla, papiros enrollados o doblados, como cortezas de árbol, papel de algodón o
nuestros industrializados ejemplares fabricados con pulpa de madera que, por
desgracia, no perduran tanto como sus antecesores.
Contienen
las historias de los pueblos y las personas, los caminos que naciones enteras
toman y los personalísimos vuelcos de
corazón de ciertos individuos, las grandes ideas que han marcado el
pensamiento humano y las pequeñas conclusiones sobre la vida que los autores
llegan a través de sus personajes y su día a día atrapado entre las hojas y
letras. Es decir, nuestros amores y odios.
Los
libros también son elementos clave de las luchas y enfrentamientos de nuestro
recorrido en este mundo. Basta con recordar a las juventudes chinas levantando
el pequeño libro rojo, a los cristeros que se lanzaban a la batalla con una
biblia entre sus ropas o a los nazis que quemaban una gran número de libros
“decadentes” pero leían otros como Mein Kampf.
El cine,
por su parte, es una expresión que tiene entre nosotros poco tiempo en comparación, apenas hace unos
años celebramos su centenario mientras que
el libro quizá ronda su cumpleaños tres mil. Esta es una de las razones
por las que el cine rinde tributo y se apropia de los libros constantemente, a
veces usándolos como centro de la trama o como elemento definidor de algún
personaje central.
Este
medio, en su frenética exploración de la
relación de amor -odio entre hombres y libros,
nos ha entregado algunas piezas hermosas y perturbadoras como Pillow Book (Greenaway, 1996) en donde
el amor a un amante y a los libros se combina en un libro hecho del cuerpo del objeto
de amor. Otro ejemplo que podemos mencionar es The Ninth Gate (Polanski, 1999) que habla del poder encerrado en
las páginas de los libros, capaz de abrir las puertas del conocimiento más oscuro
al punto de desatar una guerra entre el cielo y los infiernos. Y podríamos
seguir con la enumeración porque las películas que hablan de libros como
protagonistas, se basan en libros o que
los tienen como objeto central de la trama son innumerables y para todo tipo de
audiencias: Inkheart (Softley, 2008);
la saga de Harry Potter, Die unendliche
Geschichte –La historia Interminable en español- (Peteresen, 1984), Dead Poets Society (Weir, 1989), El Libro De Piedra (Taboada, 1989) y The Reader (Daldry, 2008) son algunos
títulos que me vienen a la mentene géneros de fantasía, aventura, terror drama.
Por éstas
razones, cuando tuve oportunidad de ver The
Book Thief (Percival, 2013), sabía que
me enfrentaría con una temática difícil de lograr por parte de guionistas y director.
Los
libros a pesar de su amplia presencia en la cinematografía no son fáciles o
amigables y en muchos casos pueden ser elementos tan inconstantes como el
número de lecturas que de ellos se puedan obtener.
El marco
de la historia se ubica en una época difícil tanto para los lectores como para
los libros mismo. El período de mayor poderío del partido nazi en Alemania y la devastadora segunda guerra mundial.
Desde el principio la película nos revela la seriedad de los temas a tocar: la
vida y forzosa muerte de las personas, el amor de los padres a los hijos, la
necesidad de trascender y por supuesto la fortaleza para poder sobrellevar la
vida con sus terribles pruebas.
La muerte
es la narradora ocasional pero necesaria de la historia de Liesel (bien lograda
por la joven canadiense Sophie Nélisse),
una inquieta niña rubia que enfrenta el
estigma de ser hija de comunistas en la Alemania nazi y no saber leer mientras
se adapta a su nuevo hogar, al tiempo que descubre la verdadera pasión de sus
vida: los libros y la narración.
La
historia en apariencia no toca casi los libros,
sino las peripecias Liesel y su afición a tomar prestados sin permiso
los libros que le gustan, sin embargo la
historia nos muestra que los libros son capaces de congregar a su alrededor a
Dios, a la muerte, el odio político y el amor por aquellos que ya no se
encuentran entre nosotros.
Bien
dirigida y magníficamente fotografiada, La
Ladrona de Libros es una hermosa película que habla del valor de ser
humanos y comportarnos como tales ante todas las circunstancias de la vida y
cómo el acompañarnos de los libros puede ser definitivo en este trance.
Esta
historia cuenta, además, con las sólidas
actuaciones por parte de Geoffrey Rush y Emily Watson como el matrimonio Hubermann,
padres adoptivos de Liesel, y que son encantadoramente humanos en todo momento de la historia.
En
resumen, La Ladrona es un buen ejercicio cinematográficos que ejemplifica
las filias y fobias que los libros despiertan en el escenario de las pasiones
humanas, todo envuelto en una historia conmovedora.
@HigueraB